Cómo empedrar caminos... Y no morir en el intento

Inició el Congreso Nacional de Investigación en Cambio Climático 2011 en varias sedes y tuve la fortuna de ser invitado al panel sobre periodismo y cambio climático, en el Centro de Ciencias de la Atmósfera, de la UNAM. El panel, de primer nivel. Sólo hubo que lamentar la escasa asistencia de investigadores y periodistas. Esta es la presentación que hice: Estoy a unos días de cumplir 39 años… de periodista en activo. Y desde hace casi cuatro décadas el periodismo ha sido más que una vocación una pasión. Una pasión por investigar, por descubrir, por hacer lo que realmente debe ser el periodismo: investigar y dar a conocer lo que está oculto o lo que se trata de ocultar. Y dentro de eso que estaba oculto, y que para muchos permanece así porque les conviene o porque son incapaces de verlo, encontré a la gente que no tiene voz. Gente que no tiene voz para decir lo que vive, lo que padece cuando todos los demás se sirven de ellos y de sus recursos sin atender ni entender las consecuencias. Dar voz a quienes no tienen recursos para comprar un espacio en los medios para decir su verdad, para expresar sus sentimientos. En esa búsqueda encontré a otros que, teniendo voz, no sabían cómo usarla, cómo expresarla: los investigadores, los científicos y, por encima de todo, a la naturaleza. Y me enfoqué en ellos. A conocerlos, primero; a entenderlos después. No fue fácil. Muchas veces los códigos que usábamos no eran los adecuados, pero a base de constancia llegamos a conocernos, a entendernos y a trabajar unidos. Sigo sin entender del todo las cuestiones científicas, pero ya sé cómo acercarme a los investigadores, y sé que si ambos cooperamos podemos entendernos y hacer equipo para dar a conocer lo que se está haciendo, lo que estamos haciendo en perjuicio de los demás y lo que pasará si dejamos de hacer. Al tiempo que descubría a los científicos descubría también a la naturaleza, al medio ambiente. Y ahí surgió otra pasión: escribir de medio ambiente, primero,  y de cambio climático después. Tampoco ha sido fácil. Los medios de comunicación no cedían sus espacios a estos temas. Y no lo hacían por una razón: escribir de medio ambiente era hacerlo de contaminación y de contaminadores. Y éstos pagaban la publicidad y, por lo tanto, eran quienes mantenían vivos a los medios.  Mientras tanto, el mundo seguía degradándose. El aire en la capital del país se volvía difícil de respirar. Los bosques de manglares eran destrozados para crear desarrollos turísticos. Los bosques, depredados para abrir espacios a la agricultura intensiva y al pastoreo. Los medios de comunicación volteaban al otro lado. A fuerza de insistir, de buscarle el modo, poco a poco unos cuantos comenzamos a escribir de  esos temas. Los espacios eran mínimos y en páginas interiores. Las notas ambientales ni siquiera competían con las notas de ciencia, utilizadas como rellenos, como notas curiosas o del descubrimiento de fósiles de animales prehistóricos. A eso teníamos que agregar la tarea ingrata de entregar siete notas diarias a la redacción y la falta de interés de los científicos para hablar con reporteros que sólo iban a pedir su opinión sobre tal o cual cosa. No había preguntas precisas, no había conocimiento del tema. Pero tampoco deseos de aprender ni de enseñar. A base de insistencia entré en el mundo de los científicos y comencé a aprender. El conocimiento generó una mayor pasión e inicié una carrera que aún no termina: abrir espacios para el periodismo ambiental. Poco a poco, demasiado lento para mi gusto, los temas científicos y ambientales han ganado algunos espacios. En muchos casos, más por el deseo de unos cuántos investigadores que se han dedicado a escribir, aunque en muchos casos lo siguen haciendo para sus iguales, en una jerga que sólo ellos entienden. Al ascender en el escalafón mediático, donde llegué hasta la dirección de medios impresos y electrónicos, pude incluir los temas científicos y ambientales en la agenda. Al mismo tiempo el mundo avanzaba en el uso de las tecnologías de la información. Me tocó en suerte asistir a un congreso de calidad del aire en la ciudad de México, donde surgió la inquietud de crear una asociación de periodistas ambientales. Apenas 17 periodistas fundamos la Red Mexicana de Periodistas Ambientales, que primero fue virtual y luego se convirtió en asociación civil. Como su primer presidente, traté de abrir y logré algunos espacios. Los más importantes fueron en el extranjero. Esa organización fue hermanada con otras similares de Indonesia, de Tailandia, de Vietnam, de los Estados Unidos, de China, de Myanmar, de Sudáfrica, de Nigeria… en fin, de muchos países. Junto con el Instituto Panos y el Instituto de Investigación y Desarrollo Ambiental, ambos de Londres, y la red de periodistas por la tierra, solicitamos un patrocinio a la Unión Europea para impartir clínicas de periodismo ambiental, enfocado a cambio climático, en forma paralela a las Conferencias de la ONU sobre cambio climático. Lo conseguimos y en cada reunión del organismo multilateral se capacita a 40 periodistas de países en vías de desarrollo. Ya para entonces me manejaba como periodista independiente. Ofrecí mis trabajos en esas cumbres a diversos medios y la respuesta era la misma: esos temas no venden. Finalmente hubo quienes se atrevieron a comprar mis historias. Paralelamente inicié la publicación de un blog, algunos dicen que el primero en América Latina en escribir sobre cambio climático, que ha servido de inspiración para crear otras organizaciones de periodistas ambientales; para que más de uno se inclinara por este tipo de periodismo; para tesis. Y otra vez, la mayoría fuera del país. Soy reconocido como periodista ambiental fuera de México. En las cumbres, especialistas como Nicholas Stern y Rajendra Pachauri, por mencionar sólo a dos, me invitaron a conversar con ellos, a entrevistarlos. Y créanme que los invitados fuimos menos de ocho. En México seguía tocando puertas. Estuve en varias universidades proponiendo crear una especialidad, un diplomado, una maestría, un algo sobre periodismo ambiental. Me escuchaban, me prestaban los foros, el auditorio… Y nada más. En el camino surgieron otros idealistas que se sumaron a la batalla por el periodismo ambiental, que empezaron también a abrir espacios. Hoy estamos a 15 días de que inicie, en Veracruz, la primera Maestría en Periodismo Ambiental, impulsada por el Instituto de Ciencias Avanzadas y la Red Ambiental de Veracruz, tras el éxito obtenido al impartir un Diplomado en Periodismo Ambiental, hace pocos meses. En fin, el camino es largo y lleno de obstáculos. Pero tenemos que ser como los empedradores: poner una piedra primero, bien puesta, y luego la siguiente. Y así, algún día, tendremos una calle ancha por la cual transitaremos a un mundo mejor para los que vienen detrás nuestro.  

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