El futuro ¿nos alcanzó?


Los peores escenarios previstos por los científicos en torno al calentamiento global y al cambio climático se han vuelto una realidad que golpea con toda su fuerza a los habitantes del sureste mexicano, específicamente de los estados de Campeche, Tabasco y Chiapas.
Así, hoy vemos severas inundaciones –las más graves de la historia, según algunos medios de comunicación-, gran pérdida de biodiversidad y el desplazamiento de cientos de miles de personas, muchas de las cuales no regresarán a sus lugares de origen.
Pero no hay que dejarse llevar por el sensacionalismo. Si bien el calentamiento global y el cambio climático tienen su influencia, también hay que hacer notar que los efectos de estos eventos han podido prevenirse.
Los eventos climáticos extremos se han incrementado considerablemente durante los últimos veinte años en América Latina y el Caribe; el número, frecuencia, duración e intensidad de las tormentas tropicales y los huracanes del Atlántico norte son un ejemplo.
El daño económico también ha ido en aumento porque más gente se encuentra en riesgo. La falta de capacidades de adaptarse y la falta de sistemas de observación y monitoreo; construcción de capacidades y marcos políticos, institucionales y tecnológicos apropiados, ponen trabas a la habilidad de la región para mitigar y adaptarse al cambio climático.
Todo lo anterior, destacado del informe Geo 4 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, es lo que ha pasado y está pasando en Tabasco, Chiapas y Campeche.
Pero aún faltan otras consecuencias. Destaca el mismo informe –y hay que hacer notar el paralelismo con lo que ocurre en nuestro sureste-: epidemias que solían estar bajo control están resurgiendo, liberadas por las temperaturas en aumento, cambios en la cobertura de la tierra, las precipitaciones y la disminución de los presupuestos en salud. Las enfermedades transmitidas por vectores, como la malaria, el dengue, la fiebre amarilla y la peste bubónica, suponen ahora un mayor riesgo.
Y ese riesgo se acrecienta con los desplazados climáticos, que generarán una presión social extra para los gobiernos de las entidades que los reciban, independientemente de su propia huella ecológica.
Es inevitable que tanto el consumo como la pobreza ocasionen daños al medio ambiente, pero ya hay quienes han demostrado que el crecimiento económico, la protección al medio ambiente y el alivio de la pobreza son compatibles y se responsabilizan de los gastos económicos de los problemas medioambientales, como la contaminación del aire.
Pero el único hecho real, comprobado, hasta ahora, es que las desigualdades medioambientales siguen en aumento, afectando sobre todo a los más pobres, quienes son también los más desproporcionadamente afectados por los peligros de la naturaleza; a las mujeres y a los indígenas.
Además, es necesario, de una vez por todas, ver cómo diferentes grupos de personas se enfrentan a riesgos desiguales; cómo algunos estados exportan la vulnerabilidad a otros (el caso del río Grijalva, que se trasladó de Tabasco a Chiapas); el potencial de conflicto o cooperación y los impactos de los peligros naturales.
¿Qué hacer, entonces? Hay que buscar un mejoramiento y la aplicación efectiva de las medidas de control, así como conceder poder a los más vulnerables proporcionándoles información y facilitando su participación en la toma de decisiones.
Pero la reducción de la vulnerabilidad no depende sólo de las políticas ambientales. Se puede ayudar a los más vulnerables integrando las gestiones en los tres niveles de gobierno; integrando las políticas de desarrollo, salud y medioambiente, y evaluado los impactos de las políticas sugeridas, primero sobre los más vulnerables, y mejorando la igualdad en términos de acceso a los recursos, el capital y el conocimiento.
Ciertamente seguirán existiendo grandes desigualdades, pero el futuro estará determinado por las decisiones que los individuos y la sociedad tomen ahora.
Según el GEO 4: nuestro futuro común depende de nuestras acciones hoy, no de las de mañana ni de las que se tomen en cualquier otro momento del futuro.
(Fotografía: Tomás Bravo/Reuters)

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